Me miro a los ojos... sentí miedo... ese miedo que me hace estremecer cada vez que se aparece...
la piel se me erizo... pretendí ignorar como siempre sus palabras... pero seguía hablándome muy cercas... casi pegaba su boca a mi oído...
no quise escucharla, camine de prisa... me encerré en uno de los cuartos de la casa... ese donde viven los escombros... objetos que de vez en cuando son tomados... pero siempre vuelven a su sitio...
No quise escuchar sus murmullos aunque casi casi laceraban mis oídos... ¡basta! me escuche decirle al fin desesperada... mi cuerpo temblaba... mi lengua se trabo y ya no pude decir nada... me detuve en seco... la mire de frente... ahí ... en ese espejo... ahí... estaba... ella...
-¡Amor!-
me llamaron... y salí del cuarto tomando de paso mi inseparable bolso negro
-¿ya estas lista? ¿nos vamos?-
pregunto mi amor con dulzura... le sonreí asintiendo, caminando a sus espaldas, para cerrar la puerta... pero ella, la del espejo, quien me había seguido en silencio... metió la mano para evitar que me marchara... la mire de nuevo, enfrentándola sin miedo, porque en el Jetta Gris impacientemente mi amor ya me esperaba...
-¡No!... ya no... esta vez no iras conmigo... ahi te quedas !Jarumi¡...-
le ordene con autoridad, ignorando su sarcasmo, y le cerré la puerta... a esa mujer ficticia que habita en cada espejo que me he encontrado en... la vida...
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