Esa vez me había detenido un poco
después de haber caminado cerca de una hora por la arena de la playa, me deje caer cansada, encorve mis pies para enlazarlos con mis manos y, me senté para admirar las grandes olas de ese mar, al que siempre le había temido.
De repente vi una tortuguita que paso muy cerca de mi, caminando con esa lentitud que las caracteriza en su especie. En el mundo infantil de mis 8 años de edad, me pareció verla muy triste, incluso creí ver una lagrima saliendo de sus ojos. De repente la tortuga se detuvo, y alzo su cabeza como si mirara al cielo, la sostuvo así por un buen tiempo y yo no dejaba de observarla, en ese momento se escucho el sonido que emiten ciertas aves cuando vuelan en parvada.
alce mi vista hacia el lugar de donde provenía ese sonido y a ambas nos toco admirar una grandiosa exhibición de gaviotas que cruzaban por nuestra cabeza.
Fue algo maravilloso, de repente me sentí transportada hacia el cielo y volaba como una de ellas. estaba tan entretenida en mi vuelo cuando un sonido hueco pero grave me hizo aterrizar, baje mi vista solo para darme cuenta que la tortuguita yacía quieta y sin vida entre la arena y la rueda de una gran camioneta vieja y casi destartalada.
Quise correr hacia ella para ver si aun podría hacer algo por ella, pero un tipo gordo se me adelanto y la tomo en sus manos para después arrojarla con fuerza a la parte trasera del vehículo, al asomarme al interior vi una gran cantidad de huevecillos dentro de una cubeta igual de vieja y asquerosa que el tipo gordo.
Que tristeza me dio el ver eso, entonces sentí que no había sido mi imaginación, y que esa tortuga en realidad si estaba llorando, pues ese hombre talvez había robado a sus crías dejándola sola y triste...y me imagine también que la tortuga pensaba en ese instante que desearía haber sido gaviota, no solo para volar, si no también para que sus crías nunca pudieran estar al alcance del mas miserable de los seres... el hombre.